viernes, 12 de julio de 2024

La mañana


La mañana y su mágico desierto

su deambular cansino y sinsentido

el espejo es un rostro forajido

que escapa de lo inútil y lo incierto.


La mañana se arrastra como un muerto

a quien ya no le sobra ni un quejido

su alma ya no está aquí, ya se ha movido

como un barco zarpó ya hacia otro puerto.


La mañana persigue una tormenta

que augura cierta paz y un desenlace

fructífero a la sombra de una insana


alegría mediocre. Pongo en venta

mi esperanza y temor que aún hoy me nace

aunque sé que la espera será vana.

lunes, 9 de enero de 2023

Mensaje

 A mi una vez la Musa me dijo:

Cuida que tu voz no llegue tarde a su canción.


Yo quisiera a veces renunciar a este designio, que me redime sin embargo, no sin antes manifestar su mensaje inequívoco:

La verdad se disfraza de poesía para intentar rasguñar la sombra de un perfume inalcanzable.

Para qué tantas palabras si todo se resume en un silencio.

El beso de la muerte

 La siguiente escena se desarrolla en un cuarto de baño, en un hospicio añejo y barato. Un hombre frente al espejo (Lucas) se afeita la barba. Es de noche y no sabe si es tarde o temprano para salir a la calle. La mujer que amó agoniza a su costado:

Probé del dolor que emanaba de su sangre. Husmeé su aliento agonizante. Cada espasmo suyo me sobresaltaba excitante. Corté su cuello con languidez de seda cayendo por su cuerpo. Adiós, le dije mientras le besaba los labios. Adiós, dijo ella.

viernes, 4 de marzo de 2022

Mi saludo con la muerte

Texto de Eduardo Medina, mi primohermano, quien narra un episodio que me ocurrió luego de noches enganchadas de exesos sin descanso

 Complejo de explicar , intentaré , y vos intentá interpretar justamente. : Al darme cuenta de la convulsión , desmayo caída , espasmos , pensé en como me veían los demás y sabía que debía dejar tranquilo y cuidar que tengas en la posición correcta la cabeza para no tragar la lengua . Pero cuando paró la convulsión y te pusiste pálido , pensé en tu muerte y ahí primero me asusté por no saber qué hacer. Y decidí recurrir a mi fé. Te hice Reiki , impuse mis manos en tu cabeza mirando al sol, y vos aún estando inconsciente y con los ojos cerrados, tus manos fueron directamente hacia mis manos , me agarraste fuertemente las manos y te frotaste la cabeza con ellas. Yo seguí mirando el sol y trasmitiendote mi energía . Fué una fusión de mi espíritu ,tu espíritu y el espíritu cósmico para salvar tu vida en éste plano.

...y ahí abriste tus ojos

Recuerdo que en un momento en que te imponía mis manos , cerré mis ojos y Vi acercarse a la muerte, amorfa , la miré y para sorpresa de mí mismo , con una serenidad absoluta , le dije simplemente "no" y seguí con mi trabajo. Fué como si el universo todo de algún modo pusiera a prueba mi fé y convicción en mí mismo para ejercer la sanidad de la que yo podía dudar . Todo me decía o crees en tí y hacés lo que tenés que hacer o cada quien sigue su camino y la muerte llevará a quien tenga que llevar. Serenamente decidí creer en mí y accionar. Y resultó con el efecto que correspondía a aquella causa.

Sí, es una fuerte historia, una fuerte experiencia para ambos y una experiencia atípica para quien experimenta el saludo de la muerte por primera vez ( no sé si antes lo habías vivido) yo tuve su visita un par de veces de niño y de adulto. Si cambiamos permanentemente , eternamente , cada cosa deja de ser lo que es a cada instante, todo cambio es muerte y por éso a la muerte la llaman simplemente "El gran cambio"  / me pasó que cada vez más solidifico mi idea de que existimos antes del plano de vida terrenal y existiremos luego de dejarla , nuestra existencia material es pasajera efímera e Intermedia con respecto a nuestra "gran" existencia



viernes, 14 de agosto de 2020

Antes

 La siguiente escena se desarrolla en un cuarto de baño, en un hospicio añejo y barato. Un hombre frente al espejo (Lucas) se afeita la barba. Es de noche y no sabe si es tarde o temprano para salir a la calle. La mujer que amó agoniza a su costado:

Probé del dolor que emanaba de su sangre. Husmeé su aliento agonizante. Cada espasmo suyo me sobresaltaba excitante. Corté su cuello con languidez de seda cayendo por su cuerpo. Adiós, le dije mientras le besaba los labios. Adiós, dijo ella.

jueves, 16 de abril de 2020

El inicio

Podría decirse que esto empezó antes de que sus voces se conocieran, antes, mucho antes, cuando apenas su interactuar se daba a través de sutiles gestos que delataban cierto interés recíproco y bastaba una mirada para confirmar el presagio de un encuentro inevitable.
Pasó el tiempo, tal vez un año o dos semanas. Qué vertiginosos caminos deambularon ciegamente hasta aquella noche.
Ambos, fervientes practicantes de la vocación del encanto, tramaron la obra.

Distanciamiento de las sombras

Y tanto el uno como el otro fueron sombra de un mismo reflejo, buscándose a sí mismos, repitiéndose recíprocamente sin saber ya quién había comenzado.
Era una danza y la música comenzaba a hacerse lenta, aunque estrepitosa, marcada con quiebres abruptos, radicales, violentos. La melodía ya casi ni se oía y sin embargo las sombras seguían danzando, más distantes, apenas ya también ellas fluctuando en inercia infinita, Insinuando aproximarse de pronto, más lejos después, ya perdiéndose, ya volviéndose a encontrar.

sábado, 26 de octubre de 2019

Todo está dicho


Nada que no se haya expresado ya
a través de la metáfora que nos evidencia
en gestos silenciosos
permanece oculto
a los ojos
de quien en nosotros
busca reflejarse.

lunes, 23 de abril de 2018

Música en la sangre

Tenía la música en la sangre; lo pudo comprobar cuando accidentalmente se cortó con un cuchillo y se comenzó a oir una melodía, y de la herída salía sangre y pentagramas y corcheas y silencios.

lunes, 12 de febrero de 2018

Primer amor (Samuel Beckett). Fragmento

¿Entonces no quiere que vuelva?, dijo. Es increíble cómo la gente repite lo que uno acaba de decirles, como si temieran la hoguera si dan crédito a sus oídos. Le dije que viniese de vez en cuando. Conocía muy mal a las mujeres por aquel entonces. Sigo sin conocerlas por otra parte. Ni a los hombres. Ni a los animales. Lo que menos desconozco, son mis sufrimientos. Los pienso todos, cada día, se hace rápido, el pensamiento es tan rápido, pero no todos vienen del pensamiento. Sí, hay algunas horas, al principio de la tarde sobre todo, en que me siento sincretista, a la manera de Reinhold. Vaya equilibrio. Y encima también los conozco mal, mis sufrimientos. Eso debe de ser que no soy sólo sufrimiento. He aquí la astucia. Entonces me alejo, hasta el asombro, hasta la admiración de otro planeta. Raramente, pero con eso basta. Ninguna bobada, la vida. No ser más que puro sufrimiento, ¡cómo simplificaría las cosas! ¡Ser doliente puro! Pero eso sería competencia, y desleal. Ya se los contaré a ustedes de todos modos, un día, si me acuerdo, y puedo, mis raros sufrimientos, detalladamente, y distinguiéndolos con cuidado, para mayor claridad. Les contaré los del entendimiento, los del corazón o afectivos, los del alma (bellísimos, los del alma), y luego los del cuerpo, los internos u ocultos primero, luego los de la superficie, empezando por los cabellos y descendiendo metódicamente y sin apresurarme hasta los pies, centro de los callos, calambres, juanetes, uñeros, sabañones, hongos y otras extravagancias. Y a los que sean tan amables que me escuchen les diré al mismo tiempo, conforme a un sistema cuyo autor he olvidado, los instantes en que, sin estar drogado, ni borracho, ni en éxtasis, no se siente nada. Entonces naturalmente ella quería saber lo que yo entendía por de vez en cuando, vean a lo que uno se arriesga, abriendo la boca. ¿Cada ocho días? ¿Cada diez días? ¿Cada quince días? Le dije que viniera menos veces, muchas menos veces, que no viniera en absoluto de ser posible, y que si eso no era posible que viniera las menos veces posibles. Por otra parte al día siguiente abandoné el banco, menos a causa de ella debo decirlo que a causa del banco, cuya situación ya no respondía a mis necesidades, tan modestas sin embargo, ya que los primeros fríos comenzaban a hacerse sentir, y por otras razones de las que sería ocioso hablar, a gilipollas como ustedes, y me refugié en un establo de vacas abandonado que había localizado en el curso de mis paseos. Estaba situado en el ángulo de un campo que mostraba en su superficie más ortigas que hierba y más barro que ortigas, pero cuyo subsuelo poseía posiblemente propiedades remarcables. Fue en ese establo, lleno de boñigas secas y huecas que se hundían con un suspiro cuando las tocaba con el dedo, donde por primera vez en mi vida, y diría gustosamente por última si tuviese bastante morfina al alcance de mi mano, tuve que defenderme contra un sentimiento que se atribuía poco a poco, en mi espíritu helado, el horroroso nombre de amor.