domingo, 8 de noviembre de 2009

CARTA

Atribuida al autor más o menos conocido como J.T.
a E. P.

Le agradezco, profesora, sus comentarios; no porque hayan sido halagadores sino por el solo hecho de haberse tomado la molestia de atender las solicitudes un tanto atrevidas en este caso, ya que inconcientemente quizá, le mandé mis textos sin antes prevenirme de su consentimiento… espero que sepa comprender ese descuido y le ruego me disculpe…
Ahora, ya habiendo expresado mi contrición y sospechando ya una benévola disculpa, me arriesgo a reincidir en el pecado… es que tengo un dilema existencial con la elaboración de mi Tesina… Estuve cavilando en el tema que sería algo así como “el existencialismo en la obra de Giovanni Papini” pretendo hacer un análisis de dos cuentos suyos desde el existencialismo de Kierkegaard quizá, ya que es algo más espiritual y Papini “padeció”, ya en su apogeo literario, el cristianismo. Al decir padeció no estoy intentando ser visto como hereje o apostata ya que también yo “soy” cristiano. Y vuelvo a utilizar comillas intentando darle la connotación precisa, para que sea comprendida, o mejor, incomprendida pero con exactitud, cosa que no deseo y me parece injusto y justo al mismo tiempo. Me arriesgaré a explicar (ya previendo mi fracaso). Justa y comprensible: porque sería una definición exacta, cuadrada, e injusta e incomprensible por el mismo motivo; porque intento definir y limitar al “soy” y no quiero ser introducido dentro de uno de esos cuadriculados donde las personas, a quienes Unamuno bien llamó de “espíritu perezoso” encasillan a otras y se evitan así la molestia de investigar y encontrar una verdad propia, una verdad verdadera para si mismos… ¡he aquí un divague existencial! Esto sí que no merece indulgencia, por eso evito las excusas… Y ahora que aparece Unamuno, creo que también podría valerme de su filosofía (aunque no estoy seguro de que pertenezca al cuadro del existencialismo) pero tomando en cuenta que eran contemporáneos y lectores recíprocos, podría ser una ventaja…además desconozco lo suficiente de Kierkegaard como para ser acusado justamente de padecer el “síndrome de desconocimiento kierkegaardiano”(1) . Tomando esto como premisa y teniendo en cuenta los síntomas de esta enfermedad y los efectos secundarios a los que inducen los fármacos(2) , concluyo que usted sabrá (espero) compadecerse de mi actitud contradictoria…

Augurando una respuesta, me despido de usted, con el afecto de siempre




(1)Enfermedad degenerativa que afecta al cerebro y que origina un deterioro gradual y progresivo del parénquima encefálico del hemisferio izquierdo, identificada comúnmente con las siglas SDK (síndrome de desconocimiento kierkegaardiano). Parece que la enfermedad de SDK disminuye la concentración del neurotransmisor acetilcolina en el lóbulo temporal, lo que produce agnosia visual, es decir, una incapacidad para comprender o reconocer lo que se está viendo, aunque su facultad para ver los objetos permanece. Algunos de sus síntomas más comunes son: la dificultad para deletrear y pronunciar correctamente la palabra Kierkegaard, la antipatía hacia el existencialismo y también la falta de apetito. Las causas del SDK siguen siendo un misterio y se desconoce un tratamiento curativo y aunque no se hayan documentado oficialmente casos fatales, nadie se atreve a desacreditar su peligrosidad ya que es temiblemente contagiosa.
(2)Los medicamentos que se utilizan para contrarrestar el progreso de la enfermedad contienen una sustancia que promueve inevitablemente la elaboración de un texto (generalmente una carta) de contenido ambiguo e inexplicable hasta ahora para los científicos.

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